La
historiografía magdalenense casi en su totalidad se remite a la ciudad de Santa
Marta y los principales centros urbanos, rara vez hacen referencia a puntos
distantes o con población dispersa, como es el caso de los pueblos que se
ubicaron en las riveras de la ciénaga del Palmar al sur del departamento del
Magdalena. Estos pueblos desde el
momento en que se inicia su poblamiento y hasta inicios del siglo XX, no pasan de
ser puntos poblados o caseríos. Sin aparente importancia para la historia
oficial del magdalena.
A
partir de la ampliación de la frontera agrícola (Sánchez, Santos, 2003) y la
ganadería trashumante (Daza, 2009) podemos explicar la fundación, refundación y
poblamiento en muchas regiones que se escapaban al control del gobierno
colonial por no haber sido “pacificados”. Este es el caso de la Nación Chimila,
que aunque en jurisdicción de la gobernación de Santa Marta, permaneció fuera
de su control hasta mediados del siglo XVIII. Por esta época a Josep Fernando
de Mier Y Guerra le es encomendada la pacificación y poblamiento de la región
en cuestión. En este espacio y tiempo hemos ubicado el poblamiento de la pequeña región de la
ciénaga del Palmar, en la que se ubican hoy el municipio de Pijiño del Carmen y
los corregimientos de Cabrera y Filadelfia en del departamento del Magdalena.
La
historiografía del Magdalena hace muy poca referencia a esta pequeña región tal
vez por ser esta una región de poca importancia económica y demográfica. Lo
cierto es que en la literatura que da cuenta sobre el pasado del Magdalena solo
hemos encontrado algunas referencias vagas, que separadas no nos ofrecen
ninguna información completa.
En
1996 aparece un trabajo titulado “Geografía Económica del Magdalena Grande
(1946-1955)”; del abogado Manuel J. Díaz-Granados, libro que da cuenta de
aspectos varios relacionados con la producción agrícola, ganadera, pesquera y
artesanal del departamento del Magdalena.
En el año 2000 el profesor José Manuel Rodríguez Pimienta publica “comentarios
sobre historia política y administrativa del magdalena. Siglos XIX y XX” texto que nos ayuda a entender las
situaciones por la cuales atravesaron los pobladores de las regiones que
hicieron parte del Estado Soberano del Magdalena en el siglo XIX y del
departamento del magdalena en el siglo XX ; durante las innumerables guerras
civiles que sufrió el país desde el momento mismo de su independencia. William Hernández Ospino publicó también en
el año 2000 su “Historia de la Catedral de Santa Marta” este pequeño texto nos ayuda a entender algunas
de las razones por las cuales la iglesia no ejerció coerción suficiente sobre
esta región. En el año 2002 los historiadores Luis Alarcón Meneses, Jorge Conde
Calderón y Adriana Sánchez Delgado; publicaron “Educación y Cultura en el
estado Soberano del Magdalena (1857-1886)” y aunque el libro trata sobre
aspectos relacionados con la política educativa, su primer capítulo nos entrega
luces sobre el comportamiento poblacional de esta región. El octavo numero de
la revista historia Caribe publicó entre sus ensayos “dos casos de colonización
y expansión de la frontera agrícola en la gobernación de Santa Marta en la
segunda mitad del siglo XVIII” trabajo fundamental para entender el desarrollo
del proceso de poblamiento de la región de la ciénaga del Palmar. En el año 2010 el maestro Esginio Arrieta
López publicó un pequeño volumen que
para nuestra tarea investigativa es de vital importancia, pues, recoge gran
parte de la tradición oral de los pueblos de la ciénaga del Palmar, “Pijiño sus
Mitos y sus Leyendas” es en cierto modo la recolección de todos esos recuerdos
e “historias” que se han transmitido en esta región de generación en
generación.
En
nuestro trabajo investigativo partimos del criterio democratizador de las
nuevas formas de hacer historia, de tal manera que intentaremos aplicar la
historia desde abajo concepto propuesto por los miembros de la escuela marxista
inglesa y el modelo teórico del profesor Pierre Vilar quien sugiere abordar la
investigación histórica, como una totalidad, sin refugiarse en ninguna de las
parcelas historiográficas, donde podamos explicar los procesos de población y
conflicto de la ciénaga del Palmar sin desatender factores importantes de la
cultura, la economía y la política de la época en estudio, pues, desconocerlo sería
desconocer también desconocer el contexto en el que se llevaron a cabo los conflictos por la tierra la
libertad y el proceso de poblamiento.
En
este periodo “solo la cima, el extremo superior del edificio social han impreso
huellas suficientemente profundas como para que puedan seguir siendo legibles”
(Duby, Lardreau, 1988) hoy; los protagonistas de este trabajo no son los
miembros más altos del edificio de la sociedad colonial, muy por el contrario,
son los pardos como se les denominaba en aquel entonces más o menos en forma
despectiva, por esta razón nuestra tarea investigativa consiste en “hacer
hablar” a los primeros pobladores de la ciénaga del Palmar a partir de mediados
del siglo XVIII.
A
excepción del comercio ilegal y la ganadería extensiva, en la isla de Mompox no
se había presentado hasta el siglo XVIII un importante desarrollo de las
fuerzas productivas. Sin embargo las continúas inundaciones año tras año
durante los meses de lluvia hacía imposible la ampliación de la frontera
agrícola y ganadera. A la vez que la creciente población de pardos libres de
vínculos señoriales, reclamaban tierras para el cultivo y la cría de animales,
no para el mercadeo sino para su propia subsistencia dado que estos no
alcanzaban todos a ser empleados en las haciendas de la región. (Fals, 1980 P
103b)
Por
esta razón se presionaba al gobierno colonial la ampliación de la frontera
económica. La tierra entonces tenía varios significados, para los grandes
propietarios –muchos de ellos con títulos de nobleza- significaba poder; la
tierra para ellos no era un medio de producción, la posesión de grandes
extensiones de tierra significaba prestigio, reputación; mientras que para las
familias de pardos significaba la obtención de los elementos básicos de
supervivencia.
A
mediados del siglo XVIII no se había podido concretar la completa pacificación
de una extensa y rica región, frente a los ojos de los momposinos. Solo al
atravesar el rio magdalena se encontraba la “Nación Chimila” compuesta por un
grupo de pueblos semi-nómadas, que para la época ya se habían establecido en
algunos caseríos, dedicados a la pesca, la recolección, la alfarería, y en
menor proporción a la agricultura;
comerciaban con otros pueblos de la cultura Caribe a través del trueque,
utilizando el rio magdalena como su principal vía de comunicación.
La
producción Chimila era comunal, igual que la propiedad sobre la tierra, no
alcanzaron a desarrollar ni la esclavitud ni la servidumbre, divididos en
pequeños grupos de familias eran gobernados por caciques no hereditarios,
quienes lideraron la resistencia al dominio colonial adoptando una movilidad
más frecuente como mecanismo de defensa, desde la fundación de la ciudad de
Santa Marta hasta mediados del siglo XVIII cuando su resistencia se quebró de manera
definitiva a causa de la intervención militar y colonizadora de los grupos de
blancos y pardos que aunque pobres eran
ya para esta época poseedores de la
cultura hispana; he ahí la importancia que tuvieron estas poblaciones en la
extensión de la frontera cultural (Palacios, Safford, 2007).
El
arzobispo y virrey Antonio Caballero y Góngora patrocinó por todo el virreinato
la creación de colonias agrícolas, con el propósito de entregar tierras a los
desposeídos sin que esto afectara en nada a los grandes hacendados. Fue
solo hasta los años cuarenta del siglo XVIII cuando se inicia la inserción al
modelo colonial de gran parte de la región dominada por el pueblo Chimila,
permitiendo así el poblamiento de estas nuevas tierras a colonos mestizos
zambos y mulatos libres de vínculos señoriales (Fals 1980 P 103b).
Fueron
varias las razones que motivaron la colonización de estas tierras veamos:
Un
primer hecho que motivó la colonización de estas tierras fue sin lugar a dudas
el transporte de ganado[2],
dada las dificultades de cría de nuevo ganado en la isla de Mompox sobe todo
durante las temporadas de lluvia. Se hacía necesario transportar ganado de una
ribera a otra. Luego de la pacificación de esta zona era posible comenzar a
criar ganado nuevo y de esa manera extender las fronteras de las ya extensas
haciendas ganaderas. La anterior afirmación se sustenta en la tesis expuesta
por la profesora Valentina Garlaza, pues para ella “el estudio de la ganadería trashumante contribuye a entender el
poblamiento y la colonización del territorio y las conexiones interregionales;
ello se puede observar para nuestro caso” (Daza, 2009). Pero aquí tenemos
que resaltar lo distinto de las motivaciones; pues, el único hecho que motivó
la colonización de estas tierras a las familias acomodadas de Mompox fue la
ampliación de la frontera ganadera, sin pensar en ningún momento en ocuparlas,
porque ellos sabían que propiciando su poblamiento era posible que los colonos
adelantaran trabajos necesarios para sus interés, tales como la quema y el
desmonte de la selva indispensables para iniciar la cría de nuevo ganado.
Normalmente las tierras colindantes a los pueblos recientemente fundados, eran
ocupadas más o menos de forma arbitraria para el establecimiento de hatos
ganaderos, ese fue el caso del hatillo de Pijiño. (Jaramillo, 1993) Mientras tanto las familias de pardos que
ocuparon estas tierras buscaban su propia subsistencia, buscaban mejorar sus
condiciones de vida, buscaban verdadera libertad.
La
actividad ganadera implicaba grandes esfuerzos económicos “el arreo de ganado generaba muchos esfuerzos por parte de los
vaqueros, las diversas haciendas y obviamente implicaba costos en su
alimentación en tercios de carne, maíz y plátano… los recorridos eran tan
extenuantes que los animales perdían peso además podían perecer ahogados por
las crecidas del rio” (Daza, 2009, p. XX). Para los grandes propietarios de
la isla de Mompox esto no era significativo pues, las propiedades de los
ganaderos eran muchas; esto nos permite intuir que la ganadería –al menos en
esta región- era exclusiva de las familias adineradas, pues, los costos y el
sostenimiento de los animales y trabajadores dada la necesidad de
transportarlos de un lado al otro del rio eran muy altos. (Jramillo, 1993
p.181)
Pero
otro hecho que motivó la colonización de la región de la ciénaga del palmar fue
que ocupando las tierras recientemente conquistadas, mestizos, zambos y mulatos
libres de vínculos señoriales; se liberaban también de la pesadísima carga que
significaba la vida colonial, el excesivo control que ejercía la iglesia[3] en
esta villa, las altas, cargas tributarias, que crecían día a día, las intrigas
políticas por el poder que los obligaba a ubicarse en uno u otro bando, los
grandes hacendados de Mompox reclutaban a estas humildes personas como peones
en sus haciendas quienes recibían mal trato la mayoría de las veces, eran
tratos tan inhumanos que los llevaba a tomar la decisión de atravesar el rio e
iniciar una nueva vida,(Sánchez, Santos, 2003 P. 113) desertando de las
relaciones de producción impuestas por el estado colonial.
Era
usual para la época que los pequeños propietarios de tierra –mestizos en su
mayoría o blancos pobres- alentaran a los esclavos a la fuga para emplearlos
como cargueros o peones en sus fincas, la auto compra de la libertad, la
liberación de esclavos improductivos, y de esclavas concubinas fueron algunas
de las distintas formas de alcanzar la libertad. Pero esta era en cualquier
caso una libertad restringida dado que los recientemente libertos eran vistos
con frecuencia como fuente del desorden social, por tal motivo se les impuso
“…restricciones a su libertad de locomoción, a la posesión de armas y a la
prohibición de contraer matrimonio por fuera de su grupo racial.” Por esta razón
muchos de ellos “salieron de las áreas de control hispano.” (Palacios, Safford,
p. 134) y para el caso concreto de la villa de Mompox encontraron en las
riveras de la ciénaga del Palmar su nuevo hogar.
En
la ribera contraria del rio se observaba un paisaje totalmente distinto, donde
la naturaleza le proporcionaba a sus pobladores
su objeto de trabajo, puesto que se trataba de la roturación de tierras
vírgenes, era un paisaje de libertad, igualdad y fraternidad; donde no se
acataban leyes ni las instituciones del estado ejercían control suficiente, la
iglesia, el gobierno colonial y los grandes hacendados; elementos de opresión,
se encontraban muy lejos, en los alrededores de la ciénaga no existían
controles excesivos, por parte de la iglesia ni el gobierno, no existía
propiedad sobre la tierra, no existía una división del trabajo. Vivían en
verdadera libertad.
No había matrimonios, ni títulos de nobleza,
ni educación escolar, ni determinadas formas de vestirse o alimentarse que
estratificara a sus pobladores. En el nuevo hogar la naturaleza era la
proveedora de todo lo necesario para vivir, los títulos de nobleza, la
educación, la iglesia los vestidos y hasta los modales brillaban por su
ausencia.
Valiéndose
de los medios de trabajo, los nuevos pobladores de la ciénaga no se adaptan
pasivamente a las condiciones naturales del medio ambiente sino que influyen
activamente en ellas, las transforman en consecuencia con sus necesidades,
creando una “segunda naturaleza” y sobre esta base forman las condiciones
sociales –y laborales- de su propia existencia. Aunque debido al pobre nivel de
los materiales utilizados en la producción agrícola podemos afirmar que el
desarrollo de sus fuerzas productivas era muy bajo para la época.
La
colonización espontanea de las riveras de la ciénaga del Palmar coinciden con
el desarrollo de la crisis orgánica en las colonias españolas en América,
iniciada con las reformas borbónicas del siglo XVIII. Los pobladores de la
ciénaga del Palmar se hallaban al margen
del modo de producción colonial, modo de producción que en la región solo se
experimentaba en el hatillo de Pijiño propiedad de la familia Mier y Guerra; en
los hatos ganaderos y demás empresas coloniales existían una fuerzas
productivas representadas en la tierra, las herramientas de trabajo y una
relaciones de producción esclavistas y de semi-servidumbre características de
las relaciones patrón-peón para la época
en estudio.
Con
frecuencia los párrocos de las poblaciones cercanas visitaban el hatillo de
Pijiño con el propósito de inculcar entre peones y esclavos desde el pulpito de
la capilla, la subordinación total al patrón, para algunos investigadores del
pasado como es el caso de S. Kalmanovitz (1995) la iglesia se había convertido
para la época en el brazo religioso de la explotación terrateniente.
La
única forma de entender las luchas y aspiraciones de los pobladores “libres” de
la isla de Mompox y luego emigrados a las regiones circundantes de la ciénaga
es observarlos dentro del marco de la formación social. El concepto de
formación social es la piedra angular de la comprensión materialista de la
historia, este concepto define tanto el sistema de relaciones sociales y de
producción, como los intereses (y los sueños) de las distintas clases que
conforman determinado sistema.
La
poca agricultura que se presentaba era exclusivamente para el sustento de los
trabajadores libres y esclavos del hato ganadero. Gran parte del ganado vacuno
en forma de carne salada, era enviada a Cartagena para el consumo de los
galeones españoles, lo que generaba desabastecimiento de carne y algunos
productos agrícolas en la región (Palacios, Safford, p. 127)
En
los pueblos de la ciénaga del Palmar el principal medio de producción –la
tierra- se halla en manos de toda la sociedad, a diferencia de las relaciones
de producción creadas en el hatillo de Pijiño, en el resto de la región sus
pobladores han establecido entre ellos relaciones de cooperación y ayuda mutua,
entre tanto en el hatillo de Pijiño donde los medios de producción pertenecen a
particulares las relaciones de producción son de subordinación y dominación,
donde cohabitan relaciones de esclavitud y semi-servidumbre.
Este
nuevo proceso de producción en los alrededores de la ciénaga da origen a un
nuevo ser social, un ser con un concepto de libertad distinto. Estas familias
de haber permanecido en la isla de Mompox se hubieran visto forzados a aceptar
esas relaciones desfavorables de producción. Mientras tanto en el hatillo de
Pijiño se impusieron las mismas relaciones de producción que en la isla de
Mompox, por tal motivo se imponen también entre sus trabajadores libres las
mismas ideas, concepciones y aspiraciones de los hombres. El ascenso social.
La
fundación del hatillo de Pijiño debió traer consigo un impacto nefasto sobre
los bosques de la rivera de la ciénaga, pues, a la tala y quema de inmensos
arboles para vender la madera y dar origen a nuevos potreros, se suma el hecho
de que los capataces incentivaban la
caza y sacrificio de animales salvajes que pudieran poner en peligro el ganado.[4]
A mediados del siglo XVIII no se había
decidido aún si Santa Marta capital de la provincia debía o no tener iglesia
catedral, pues, ya la había contado con ella y por agresión de piratas, -en
unas ocasiones- y por la dispersión de su población -en otras-; las autoridades
virreinales no habían considerado de mucha importancia la construcción y
sostenimiento de una iglesia catedral (Hernández, 2000). Esta situación explica
la total ausencia de autoridades eclesiásticas en la región de la ciénaga del
palmar, y por tal motivo el poco control ejercido por esta institución, que se
ponía de manifiesto en la poca administración de sacramentos como el bautizo y
el matrimonio. Estos sacramentos eran administrados rara vez, por clérigos que
visitaban la zona con el propósito de rendir informes a sus superiores. De esa
forma los obispos conocían la situación de los lugares más apartados a su
cargo. Fruto de uno de esos informes el obispo de Cartagena al respecto de los
pobladores de la ciénaga decía: “viven
separados de los pueblos y tan distantes de la iglesia que ni oyen misa los
días de fiesta ni cumplen con la parroquia como lo manda la santa iglesia”
(Sánchez, Santos, 2003 P. 112)
Alejados
estos pobladores de las pesadas cargas del estado colonial, de la iglesia y los
grandes hacendados; Alejados incluso de los conflictos y las intrigas por el
poder, los pobladores de la ciénaga del palmar tuvieron que enfrentar otros
tipos de problemas, la insalubridad. Esta situación golpeaba fuertemente a sus
pobladores hasta el punto que las expectativas de vida no superaban los 50 años
en promedio y por otro lado la población infantil se mostraba propensa a altos
índices de mortalidad(Alarcón, Conde, Santos, 2002).
Los
nuevos pobladores de las riberas de la ciénaga del palmar pardos libres de
relaciones señoriales, provenientes de la isla de Mompox, se dedicaban a la
siembra de yuca, ahuyama y ñame; estos productos eran utilizados para el
consumo de los mismos habitantes e intercambiados por otros provenientes de
regiones altas o costeras; estas
actividades fueron alternadas con la cría de animales como gallinas y cerdos y
el transporte por la ciénaga hasta el rio y viceversa, los hombres dedicados a
esta actividad servían como bogas y canoeros, pero la actividad económica de
primer orden fue sin lugar a dudas la pesca, las dificultades para el
transporte y las comunicaciones de la
época, nos permite intuir que la dieta alimenticia de los residentes de la zona
en estudio era muy poco balanceada y debía basarse principalmente en su propia
producción agrícola y pesquera.
En
épocas de creciente el asecho de animales depredadores y caimanes diezmaba la
población (Arrieta, 2010), es muy posible que el promedio por familia al
finalizar el siglo XVIII fuera de cinco personas aproximadamente (Alarcón,
2002), desafortunadamente –hasta este momento- esta investigación no ha tenido
acceso a datos estadísticos que nos permitan abordar esta situación de una
manera más precisa, dado que en los censos que se realizaron durante los años
de 1779 y 1780 no incluyeron a las personas que habitaban las selvas y demás
lugares apartados de los centros poblados.
Sin
embargo la tradición oral nos ha permitido establecer esta situación como la
primera y principal causa de necesidad
de agrupación de las familias que desde mediados del siglo XVIII iniciaron el
poblamiento de las riberas de la ciénaga del Palmar.
Los
puntos de Pijiño y Cabrera que hasta entonces habían servido el primero de hato
ganadero y el segundo puerto para el transporte, les sirvió a los nuevos
pobladores para agruparse y constituir así unos muy pequeños centros poblados.
La primera dificultad que tuvieron que
enfrentar los nuevos pueblos fue de comunicación, dado que la única vía
de transporte era la ciénaga y el rio, pero esta dificultad rápidamente se
convirtió en una oportunidad ya que los pobladores de estos puntos se
convirtieron en expertos navegantes, hasta el punto de conocer la ciénaga mejor
que nadie en la época.
El
punto de Cabrera se constituye en un ejemplo típico de las relaciones
económicas residuales, distintas a las dominantes y que a pesar de su cercanía
a las poblaciones fundadas por Josep Fernando de Mier y Guerra no pudo durante
el siglo XVIII ser sometida al control socio-político y religioso del estado
colonial dado que los medios de cultivo espiritual –escuela e iglesia- no
hacían presencia en estos lugares.
La
superestructura colonial no ejerce influencia suficiente en esta región durante
los primeros años de su poblamiento, en otras palabras los deseos e intereses
de la clase dominante mompoxina no abarcaban el punto de Cabrera. Las clases
dominantes entonces buscaban por todos los medios influenciar las relaciones sociales de la población de
tal forma que aparece la necesidad de crear las instituciones necesarias para
tal fin. La iglesia es para la época la única institución moldeadora de la
conciencia por excelencia y defensora de los intereses del estado
colonial.
Pero
los habitantes de Cabrera no estaban interesados en dejarse influenciar –al
menos en los primeros años de su poblamiento.-
Una muestra de tal desinterés por las instituciones eclesiásticas, fue
la poca diligencia en la construcción de un templo, como si se hizo en otras
poblaciones durante los años de su fundación. A los primeros pobladores de la
ciénaga no les interesaba la consolidación de autoridades de ningún tipo.
Las
continúas tenciones, guerras civiles y luchas por el poder; comenzaron a
afectar de manera negativa los pueblos de la ciénaga del palmar en la segunda
década del siglo XIX, hasta el punto que sus pobladores, debieron girar de un
lado al otro, según los movimientos de la política decimonónica. Sus residentes
eran obligados a cooperar a favor del sector dominante, la gran mayoría de las
veces sin conocimiento de la causa que defendían o combatían, por esta razón
tuvieron que afrontar en más de un episodio de su historia las retaliaciones de
los grupos armados que buscaban imponerse al sector dominante.
El
primer ejemplo de estas situaciones lo encontramos en 1812 (tal vez un 17 de
octubre), en medio de las luchas por la independencia, los efectos sobre los
pueblos de la ciénaga no pudieron ser más nocivos, Pijiño y Cabrera fueron
incinerados en su totalidad a manos de las tropas de patriotas momposinos;
estos acusaban a los pobladores de la ciénaga de brindarle alimento, hospedaje
y transporte a las tropas realistas (Salcedo, 1987. Pág. 128).
A
Manera de Conclusión
“Hacer
hablar” a los primeros habitantes de la ciénaga del Palmar no ha sido una tarea
fácil, pues, las fuentes solo nos informan de los sectores privilegiados de la
sociedad colonial, solo estos grupos han dejado huellas lo suficientemente
fuertes como para que puedan seguir siendo leídas a través los años. No
obstante continuaremos nuestra búsqueda hasta poder concluir esta tenaz
tarea. Iniciar una nueva discusión historiográfica
puede ser una tarea igualmente difícil dado que a los sectores dominantes de la
comunidad académica, se interesan más por los procesos históricos que abarquen
periodos y espacios geográficos más amplios. Rara vez se interesan por periodos
cortos y espacios geográficos reducidos que impliquen un trabajo
micro-histórico.
Bibliografía
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Alarcón,
L.; Conde, J.; Santos, A. (2002). Educación y Cultura en el Estado Soberano del
Magdalena (1857-1886), Barranquilla, Fondo de publicaciones Universidad del
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colombiano, Bogotá, Instituto Colombiano de Antropología e Historia.
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______Lardreau,
G. (1988) Dialogo con la Historia, Madrid, editorial Alianza.
Fals,
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Jaramillo,
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Mompox. Su origen, evolución e importancia en el desarrollo pecuario
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Kalmanovitz,
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Palacios,
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Grupo Editorial Norma.
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agrícola en la gobernación de Santa Marta en la segunda mitad del siglo XVIII:
San Sebastián de Ribago y Santa Cruz
Pijarro” en Historia Caribe Vol. III N°
8
Salcedo,
P. (1987) Apuntaciones historiales de Mompox,
Cartagena, Gobernación de Bolívar
[1] Historiador.
[2] De esta forma confirmamos
aquella hipótesis que nos sugiere la tradición oral según la cual los pueblos
de la ciénaga comienzan a poblarse a partir del transporte de ganado de una
ribera del rio a otra, dada las pocas posibilidades de cría de nuevo ganado en
la isla de Mompox.
[3] Los controles por parte de la
iglesia debían ser minuciosos según una vieja tradición medieval al respecto
ver: Duby, (1991)
[4] La tradición oral afirma que la
mayoría de esos árboles eran arboles de Pijiño madera muy fina y apetecida por
los constructores de la viviendas. Esta afirmación aun no la hemos
podido confirmar.
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