viernes, 23 de octubre de 2020

“NUEVAS MIRADAS” SOBRE LA HISTORIOGRAFÍA DE LAS REFORMAS BORBÓNICAS.


Es difícil desprenderse de lo que siempre hemos creído y dado por certero, la historia de los siglos XVII y XVIII son ejemplos de lo que estamos planteando, pues la historiografía tradicional colombiana y en general latinoamericana nos mostró un periodo colonial caracterizado por el autoritarismo, la corrupción, el oscurantismo, la opresión etc. Pero nuevas investigaciones están mostrando en Colombia y otros países de la región una mirada distinta del periodo monárquico en la antigua América hispánica.

Este trabajo tiene como propósito hacer una comparación de las anteriores certezas con las nuevas evidencias presentadas por autores recientes y que dan a la historiografía del periodo monárquico una mirada distinta.

Es importante que empecemos por señalar la importancia que existe por revisar la historiografía que da cuenta sobre la posesión de tierras en América por parte de la monarquía hispánica, pues estos nuevos autores han ido modificando posturas heredadas de la historiografía del siglo que presentaron por -ejemplo- la tierra concentrada en pocas manos como “una herencia colonial”, Hugues Sánchez en su trabajo “De esclavos a Campesinos…” nos hace algunas advertencias tales como: las economías campesinas empiezan en el periodo colonial, las poblaciones libres descendientes de esclavos presentan gran capacidad para la producción de alimento, estas comunidades accedieron a la tierra luego de creación del virreinato de la Nueva Granada.

Algunos ejemplos se pueden observar en este mismo trabajo, el surgimiento de San Antonio del dividivi a partir de un hato ganadero, es muestra -según el- de la posibilidad existente en la época de acceso a la tierra por parte de familias de pardos, sin influencias, solo exigiéndole al Estado su participación en el conjunto de privilegios destinados al grupo social al que pertenecían.

Una vez ubicados en el sitio ocupaban tierras realengas de forma comunal, aduciendo haberse enfrentado a los indios chimilas y como campesinos exigían el derecho de utilización de los playones para que el ganado pastara en épocas de verano. Pero las pretensiones de los pardos de todo el Nuevo Reino iban más allá, en algunos casos llegaron a exigir convertirse en villa, debido a que contaban con iglesia, pagaban diezmos, obedecían órdenes, etc.

 Es necesario aclarar que, aunque utilizaban la tierra para la cría de ganado y para la agricultura, su ganado era seminómada, entonces, aunque se trabajaba sobre la tierra no se ejercía propiedad sobre ella. Pueblos como Santa Cruz de Pizarro a diez años de su fundación ya se había convertido en importante productor de maíz yuca caña y ganado vacuno y porcino, esto también se logró a través de la entrega de tierras a sus habitantes, pero estas eran comunales, es decir, no poseían propiedad sobre ellas ni derechos de enajenación.

Otro elemento de los que nos piden distanciarnos, es de la idea de que los conflictos entre grandes propietarios y pequeños se dirimían en favor de los grandes siempre, evidencias que recientemente se han publicado muestran como muchos de estos conflictos se dirimían en favor de los pequeños propietarios o las comunidades que exigían privilegios sobre tierras que eran explotadas de manera comunal, estas eran las formas como campesinos pobres durante el periodo de gobierno de la monarquía hispánica tenían acceso a la tierra de forma legal, en estos trabajos observamos que los campesinos pardos distinto a lo que se ha plateado, estos no eran productores para el autoconsumo sino que también de manera insipiente estuvieron algunos de ellos vinculados a los mercados próximos a los sitios donde residían.

Aunque tradicionalmente las reformas borbónicas han sido mostradas como una ruptura del pacto colonial existente, trabajos recientes muestran la implantación de las reformas más como la puesta en marcha de un Estado moderno, los cambios se empiezan a percibir a partir de mediados del siglo XVIII cuando el poder deja de concentrarse en el cabildo, descentralizándose y acercándose a “sectores emergentes”, esto implica que la vecindad se amplíe la sectores y personas consideradas de linaje impuro. Otros hechos de desarrollo de las reformas fueron la liberación de los mercados, la ampliación del derecho de propiedad de igual manera se amplió la tasa de fiscalidad a la vez que se secularizó la religión. Esta modernización tenía un trasfondo fiscal, proceder propio de los déspotas ilustrados de la época.

Un elemento que -según ellos- no tuvo en cuenta la historiografía del siglo XX es el hecho de que estos factores arriba mencionados dieron una redefinición del lenguaje político, se engendra en la época una concepción del Estado que permitía al vasallo una mejor interacción con el Estado a través de la participación del público, enseñándoles sus deberes y educándolos para la ciudadanía del reino, por esa razón podemos ver en este periodo de reformas a los vasallos solicitando privilegios y derechos.

Esta nueva historiografía muestra al reformismo borbónico no como una etapa de reconquista del territorio como lo mostró la historiografía tradicional, sino más bien como una nueva forma de gobierno que estructuró de forma distinta la relación entre vasallos y el reino y denota en muchos elementos la aparición del Estado moderno. Consecuencia de todo lo anterior fue la aparición de una clase política que conocía y opinaba sobre los temas de gobierno, a mediados del siglo XVIII en el Nuevo Reino de Granada se encontraban textos impresos que buscaban participar en los asuntos estatales, a esto es lo que el profesor Francisco Ortega llama Opinión Publica, eran todos hombres de saber, curas, militares, abogados, letrados pertenecientes a los sectores privilegiados de la sociedad monárquica pero también provenientes  de sectores medios en ascenso.

Según la profesora Concepción de Castro la llegada de los Borbones significó una modernización en las instituciones españolas pero a la francesa, dado que Felipe V antes que concejos lo recibía desde Versalles eran ordenes, y Luis XIV veía a España como una de sus dependencias, la creación de impuestos aunque medidas antipáticas en América resultaban necesarias para enfrentar las empresas bélicas en las que España y Francia se habían embarcado, pero los elementos modernizadores  se notaban sobre todo en el nombramiento de los nuevos funcionarios, aunque  muchos de ellos franceses eran expertos en finanzas y temas militares.

Otro de los temas que modernizarían el imperio seria la creación de un ejército permanente con un control central, como podemos apreciar en el trabajo de la autora antes citada el joven Felipe V estuvo rodeado de expertos, que aunque no tenían el cargo de ministros, sus funciones y las decisiones que tomaban el grado de autonomía con el que obraban estos funcionarios, se puede observar también en este trabajo que el gobierno de Felipe V administraba las provincias al interior de la península ibérica de una forma similar como con los dominios en América.

Otro aspecto que no se tuvo en cuenta por la historiografía tradicional, fue la entrega de privilegios como elemento de integración de la corona, cada parte de esta sociedad estamental tenía funciones establecidas por Dios y sus cuerpos eran desiguales, por tanto sus privilegios dependían del lugar o estamento al que pertenecían, los “libres de todos los colores” no pagaban tributo por eso fue usual que estos sectores buscaran ser incorporados y convertirse en tributarias del Rey y de esa manera accediera privilegios.

 Por ejemplo, fue usual que los sitios de libres solicitaran al Rey ser ascendidos a la calidad de villa, con el propósito d gozar de otro tipo de privilegios, esto demuestra que el ascenso social era una posibilidad durante el periodo de la monarquía hispánica, otro factor de ruptura con la historiografía tradicional que definió el “periodo colonial” como una “sociedad de catas”. No vamos a detenernos en este tema, pero sabemos que la típica sociedad de castas es la India, donde el ascenso social era totalmente imposible. En cambio, la monarquía hispánica promovió durante el siglo XVIII la adjudicación de privilegios a sectores más populares y de linaje impuro, aunque también hay que aclarar que los casos en los que se logró en la época ascender socialmente fueron rarísimas excepciones. 

Un sitio no era una villa, tampoco una ciudad, ni pueblo de indios en otros lugares del virreinato eran llamados “asientos” y por no encontrarse en ninguna de las repúblicas aceptadas por el estado estos no gozaban de privilegios, esto explica que emprendieran empresas por el reconocimiento o asenso en villa. A mediados del siglo XVIII estos sitios o asientos eran mayoría a lo largo y ancho del Nuevo Reino de Granada por esa razón se entiende que exigieran ampliar su base de derechos. Estos sitios fueron definidos por Jorge Conde como: “un espacio político…integrado…en estructuras de poder más amplias”

Entre las solicitudes que habían de presentarse estaban las de autogobierno, jurisdicción y otras cuestiones inherentes a la calidad de villa como tierras comunales, incluso sabían que como vecinos podrían exigir justicia cuando consideraban estar siendo mal administrados. Para reclamar sus privilegios como resaltaban su papel como proveedores de comida a importantes ciudades, milicianos, su disposición hacia el catolicismo, su obediencia al Estado, etc. El ideal español ilustrado los beneficiaba porque consideraba que los productores no debían pagar arriendo sobre la tierra con el propósito de estimular la producción.

En todos estos hechos se puede encontrar observar una intención del estado por dotar de privilegios los habitantes de algunos de los sitios y asientos que reclamaban privilegios, quienes aparte de tierras comunales solicitaban en algunos casos iglesias para la administración de sacramentos con la categoría de iglesia principal, estos eran privilegios propios de las villas.

Llama poderosamente la atención la utilización de un lenguaje moderno, por parte de los apoderados de los habitantes de los asientos y sitios que reclamaban privilegios, la utilización de conceptos como “causa pública”, “derechos”, etc. También llama la atención el protagonismo que ejercen algunos habitantes de los sitios y asientos que reclaman privilegios el proceso de su propia organización política aceptando en la mayoría de los casos los principios de la ilustración.

Otro elemento que queremos destacar en este trabajo es el trato que le dan a la figura del virrey, pues este fue objeto de fuertes críticas por parte de la historiografía del siglo XX, al punto de ser relacionado hoy día con ejemplo de gobierno corrupto y autoritario, esto se debe según el profesor Alejandro Cañeque a que la mayoría de los historiadores del periodo colonial abandonaron el análisis de las instituciones en ese periodo, sin embargo se pueden ver resultados distintos a lo que la historiografía tradicional nos dejó ver, para ello será necesario “entender el sistema político colonial…desde sus propios principios y no los nuestros”  para ello será necesario partir de entender el estado tal y como lo hacen los hombres de la época y no como lo entendemos hoy.

De igual manera tendremos que apartarnos de la idea de unos monarcas españoles intentando consolidar el poder   en sus manos ni interpretarse como estructuras centralizadas y autosuficientes, estas son según el autor categorías de análisis que no deben ser utilizadas, pues el poder centralizado corresponde a un concepto más moderno de estado. Para la época de la monarquía en los siglos XVII y XVIII –según Cañeque- “el poder se halla disperso en una constelación de polos” relativamente autónomos, dado que cada estructura de poder contaba con unas atribuciones y unas jurisdicciones propias, cada corporación servía de freno a las posibles intenciones absolutistas del virrey, sin embargo, el rey se entiende ligado al estado y el virrey era el “alter ego” del monarca.

El profesor Cañeque nos señala otro elemento importante a tener en cuenta al momento de releer este periodo de nuestra historia, pues tradicionalmente se entendió a la monarquía ligada con la iglesia, se vio a la iglesia como un brazo del Estado; el autor plantea la necesidad de empezar a desligar el poder eclesial de la autoridad monárquica, por lo menos para el caso concreto de Nueva España las relaciones entre estos dos poderes son catalogadas por Cañeque como “tormentosas”. No se puede ni se debe pensar en un virrey jefe de la iglesia por lo tanto debe hablarse de un poder virreinal de potestad civil y otro de potestad espiritual, representado uno en el rey otro en el papa. Aunque también se presentó el caso de un arzobispo y virrey en la Nueva: Granada Antonio Caballero y Góngora

Estas posturas revisionistas de nuestra historiografía son reforzadas por otro grupo de historiadores por ejemplo Jorge Conde muestra como “los vecinos mostraron apropiación de formas de cultura proyectadas hacia lo público”  dado que la condición de vecinos los hacia pertenecientes a una corporación urbana con la cual se identificaban y les permitía acceder a derechos y privilegios, en una sociedad corporativa ellos no significaba necesariamente una garantía de desigualdad, tal y como esa se entiende hoy, más bien significaba la certeza de merecer un trato diferencial, en el que se le atribuye a cada quien según el grupo o corporación al que pertenece.

Pero la historiografía que ellos llaman tradicional no solo nos ha dejado algunos vacíos en relación a la situación socio-política del periodo monárquico, sino que también al final de este periodo se aceptaron como ciertas un grupo de aseveraciones que hoy la nueva historiografía dedicada al estudio pretende desmontar. Algunas de ellas mostraban a los movimientos de protesta de finales del siglo XVIII y comienzos del siglo XIX como antecedentes de la búsqueda de una independencia o la creación de un estado republicano, estudios recientes han demostrado que las revoluciones eran de naturaleza imperial es decir que esos movimientos se estaban dando en todos los lugares del imperio. Es más Jorge Conde afirma que “las revoluciones no empezaron como episodios secesionistas” de tal manera que lo que aquí se está planteando es una transición más o menos violenta de un gobierno monárquico de corte imperial a la conformación de los modernos estados nación. Reflexiones que aunque muy ciertas no son nada nuevas.

El profesor Adelman nos invita a observar las historias de los imperios sin estar sujetos a “lógicas internas básicas” y explica el fin de estos imperios dado que “eran monarquías aristocráticas cuyas legitimidades habían disminuido porque sus fundamentos morales cedieron terreno a los cambios intelectuales y sociales” de igual manera nos invita a observar los conflictos de finales del siglo XVIII y comienzos del XIX como un enfrentamiento global entre liberales y aristócratas.  Nos invita igualmente a dejar de ver a los colonos en América como constructores de naciones y a separarnos de lo que él considera un análisis anacrónico del periodo monárquico al pensar en la autodeterminación nacional como origen de la moderna soberanía.

Los esfuerzos por restablecer la soberanía de los imperios son según Adelman una muestra de esta nueva lectura, estos esfuerzos no eran únicamente por parte del gobernante sino también por parte de los vasallos quienes buscaban otras formas distintas de administración imperial que los insertara en el poder, en resumidas cuentas los dominios hispánicos en América eran tratados por el gobierno imperial más que como colonias, como partes esenciales del imperio, muestra de ello es lo expresado por George Lomné cuando afirma que en 1809 la junta suprema central que gobernaba el imperio en nombre del rey cautivo le solicita a los españoles americanos enviar diputados elegidos por ellos, “ya estas no son colonias sino parte del reino”. Sin embargo, ni antes ni después de la liberación del rey de su cautiverio fueron aceptadas autoridades en América nacidas en el mismo continente, recuérdese que los altos cargos del gobierno, la iglesia y el ejercito estaban reservados a los españoles nacidos en la península ibérica.

Ahora bien, en cuanto a la relación que el gobierno imperial mantenía con sus dominios en América la historiografía del siglo XX también mostró como la administración de las indias se hacía de forma impositiva, coercitiva y corrupta.  La profesora Celaya nos demuestra como en América hispánica se podía notar cierto grado de autonomía fiscal en las municipalidades del siglo XVIII, en el caso de Nueva España evidencia la fortaleza de los grupos locales en el manejo de las rentas, esto les permitía invertir en obras públicas, pago de milicias, etc. Esto evidencia -según ella- una vez más que no hay ninguna tendencia totalmente dominante por parte de la monarquía al menos en cuanto al control fiscal se refiere, al contrario esto debela como las autoridades locales se pudieron ver beneficiadas de las reformas impulsadas por los borbones.

El artículo del profesor George Lomné intenta demostrar la manera como se disolvió los que en su trabajo de denominó “las cuerdas de imaginación” que ataban a los habitantes de la Nueva Granada con su rey y entre ellos. Nos muestra como la corona llegó a concederle a los españoles-americanos el reconocimiento de nuevos reinos, de igual manera muestra como antes de él otros autores han debelado más elementos que evidencian como los poderes locales en manos de las elites patricias ejercían control total sobre los territorios donde ostentaban influencia, en muchos casos con el apoyo de sectores del pueblo. Sin embargo, ese sentido de pertenencia que la historiografía tradicional adjudicó a toda la población americana, el profesor Lomné solo la encuentra en un sector de la elite ilustrada, pues para la mayoría de las personas su objeto de identificación o pertenencia se circunscribía a la ciudad o a la villa. Otro elemento que no es nada nuevo.

Somos del criterio de que la historia se construye día a día, por tanto, los historiadores debemos estar en constante discusión con las fuentes y permitirnos una y otra reinterpretación, sin embargo, no nos alinearemos con los subterfugios del actual revisionismo historiográfico que con aparentes reinterpretaciones de las fuentes pretenden regresarnos al discurso histórico del siglo XIX.

Mucho de lo expresado en estos trabajos no son nuevas afirmaciones, no creo que estos autores desconozcan la historiografía relacionada con estos temas, por lo que este aparente desconocimiento puede ser mas bien intencional.

Pero no todo es malo, una nueva interpretación sobre la sociedad en el periodo monárquico de América nos puede ayudar a entender mejor este periodo alejándonos del discurso heroico y de culto a los “héroes” que en ultima instancia no es mas que el culto a la clase dominante actual a través de sus antepasados.