Es difícil desprenderse de lo que siempre
hemos creído y dado por certero, la historia de los siglos XVII y XVIII son
ejemplos de lo que estamos planteando, pues la historiografía tradicional
colombiana y en general latinoamericana nos mostró un periodo colonial caracterizado
por el autoritarismo, la corrupción, el oscurantismo, la opresión etc. Pero
nuevas investigaciones están mostrando en Colombia y otros países de la región
una mirada distinta del periodo monárquico en la antigua América hispánica.
Este trabajo tiene como propósito hacer
una comparación de las anteriores certezas con las nuevas evidencias
presentadas por autores recientes y que dan a la historiografía del periodo
monárquico una mirada distinta.
Es importante que empecemos por señalar la
importancia que existe por revisar la historiografía que da cuenta sobre la
posesión de tierras en América por parte de la monarquía hispánica, pues estos nuevos
autores han ido modificando posturas heredadas de la historiografía del siglo que
presentaron por -ejemplo- la tierra concentrada en pocas manos como “una
herencia colonial”, Hugues Sánchez en su trabajo “De esclavos a Campesinos…”
nos hace algunas advertencias tales como: las economías campesinas empiezan en
el periodo colonial, las poblaciones libres descendientes de esclavos presentan
gran capacidad para la producción de alimento, estas comunidades accedieron a
la tierra luego de creación del virreinato de la Nueva Granada.
Algunos ejemplos se pueden observar en
este mismo trabajo, el surgimiento de San Antonio del dividivi a partir de un
hato ganadero, es muestra -según el- de la posibilidad existente en la época de
acceso a la tierra por parte de familias de pardos, sin influencias, solo
exigiéndole al Estado su participación en el conjunto de privilegios destinados
al grupo social al que pertenecían.
Una vez ubicados en el sitio ocupaban
tierras realengas de forma comunal, aduciendo haberse enfrentado a los indios
chimilas y como campesinos exigían el derecho de utilización de los playones
para que el ganado pastara en épocas de verano. Pero las pretensiones de los
pardos de todo el Nuevo Reino iban más allá, en algunos casos llegaron a exigir
convertirse en villa, debido a que contaban con iglesia, pagaban diezmos,
obedecían órdenes, etc.
Es
necesario aclarar que, aunque utilizaban la tierra para la cría de ganado y
para la agricultura, su ganado era seminómada, entonces, aunque se trabajaba sobre
la tierra no se ejercía propiedad sobre ella. Pueblos como Santa Cruz de
Pizarro a diez años de su fundación ya se había convertido en importante
productor de maíz yuca caña y ganado vacuno y porcino, esto también se logró a
través de la entrega de tierras a sus habitantes, pero estas eran comunales, es
decir, no poseían propiedad sobre ellas ni derechos de enajenación.
Otro elemento de los que nos piden
distanciarnos, es de la idea de que los conflictos entre grandes propietarios y
pequeños se dirimían en favor de los grandes siempre, evidencias que
recientemente se han publicado muestran como muchos de estos conflictos se
dirimían en favor de los pequeños propietarios o las comunidades que exigían
privilegios sobre tierras que eran explotadas de manera comunal, estas eran las
formas como campesinos pobres durante el periodo de gobierno de la monarquía
hispánica tenían acceso a la tierra de forma legal, en estos trabajos
observamos que los campesinos pardos distinto a lo que se ha plateado, estos no
eran productores para el autoconsumo sino que también de manera insipiente
estuvieron algunos de ellos vinculados a los mercados próximos a los sitios
donde residían.
Aunque tradicionalmente las reformas
borbónicas han sido mostradas como una ruptura del pacto colonial existente,
trabajos recientes muestran la implantación de las reformas más como la puesta
en marcha de un Estado moderno, los cambios se empiezan a percibir a partir de
mediados del siglo XVIII cuando el poder deja de concentrarse en el cabildo,
descentralizándose y acercándose a “sectores emergentes”, esto implica que la
vecindad se amplíe la sectores y personas consideradas de linaje impuro. Otros
hechos de desarrollo de las reformas fueron la liberación de los mercados, la
ampliación del derecho de propiedad de igual manera se amplió la tasa de
fiscalidad a la vez que se secularizó la religión. Esta modernización tenía un
trasfondo fiscal, proceder propio de los déspotas ilustrados de la época.
Un elemento que -según ellos- no tuvo en
cuenta la historiografía del siglo XX es el hecho de que estos factores arriba
mencionados dieron una redefinición del lenguaje político, se engendra en la
época una concepción del Estado que permitía al vasallo una mejor interacción
con el Estado a través de la participación del público, enseñándoles sus
deberes y educándolos para la ciudadanía del reino, por esa razón podemos ver
en este periodo de reformas a los vasallos solicitando privilegios y derechos.
Esta nueva historiografía muestra al
reformismo borbónico no como una etapa de reconquista del territorio como lo
mostró la historiografía tradicional, sino más bien como una nueva forma de
gobierno que estructuró de forma distinta la relación entre vasallos y el reino
y denota en muchos elementos la aparición del Estado moderno. Consecuencia de
todo lo anterior fue la aparición de una clase política que conocía y opinaba
sobre los temas de gobierno, a mediados del siglo XVIII en el Nuevo Reino de
Granada se encontraban textos impresos que buscaban participar en los asuntos
estatales, a esto es lo que el profesor Francisco Ortega llama Opinión Publica,
eran todos hombres de saber, curas, militares, abogados, letrados
pertenecientes a los sectores privilegiados de la sociedad monárquica pero
también provenientes de sectores medios
en ascenso.
Según la profesora Concepción de Castro la
llegada de los Borbones significó una modernización en las instituciones
españolas pero a la francesa, dado que Felipe V antes que concejos lo recibía
desde Versalles eran ordenes, y Luis XIV veía a España como una de sus
dependencias, la creación de impuestos aunque medidas antipáticas en América
resultaban necesarias para enfrentar las empresas bélicas en las que España y
Francia se habían embarcado, pero los elementos modernizadores se notaban sobre todo en el nombramiento de
los nuevos funcionarios, aunque muchos
de ellos franceses eran expertos en finanzas y temas militares.
Otro de los temas que modernizarían el
imperio seria la creación de un ejército permanente con un control central,
como podemos apreciar en el trabajo de la autora antes citada el joven Felipe V
estuvo rodeado de expertos, que aunque no tenían el cargo de ministros, sus
funciones y las decisiones que tomaban el grado de autonomía con el que obraban
estos funcionarios, se puede observar también en este trabajo que el gobierno
de Felipe V administraba las provincias al interior de la península ibérica de
una forma similar como con los dominios en América.
Otro aspecto que no se tuvo en cuenta por
la historiografía tradicional, fue la entrega de privilegios como elemento de
integración de la corona, cada parte de esta sociedad estamental tenía
funciones establecidas por Dios y sus cuerpos eran desiguales, por tanto sus
privilegios dependían del lugar o estamento al que pertenecían, los “libres de
todos los colores” no pagaban tributo por eso fue usual que estos sectores
buscaran ser incorporados y convertirse en tributarias del Rey y de esa manera
accediera privilegios.
Por
ejemplo, fue usual que los sitios de libres solicitaran al Rey ser ascendidos a
la calidad de villa, con el propósito d gozar de otro tipo de privilegios, esto
demuestra que el ascenso social era una posibilidad durante el periodo de la
monarquía hispánica, otro factor de ruptura con la historiografía tradicional
que definió el “periodo colonial” como una “sociedad de catas”. No vamos a
detenernos en este tema, pero sabemos que la típica sociedad de castas es la
India, donde el ascenso social era totalmente imposible. En cambio, la
monarquía hispánica promovió durante el siglo XVIII la adjudicación de
privilegios a sectores más populares y de linaje impuro, aunque también hay que
aclarar que los casos en los que se logró en la época ascender socialmente
fueron rarísimas excepciones.
Un sitio no era una villa, tampoco una
ciudad, ni pueblo de indios en otros lugares del virreinato eran llamados
“asientos” y por no encontrarse en ninguna de las repúblicas aceptadas por el
estado estos no gozaban de privilegios, esto explica que emprendieran empresas
por el reconocimiento o asenso en villa. A mediados del siglo XVIII estos
sitios o asientos eran mayoría a lo largo y ancho del Nuevo Reino de Granada
por esa razón se entiende que exigieran ampliar su base de derechos. Estos
sitios fueron definidos por Jorge Conde como: “un espacio político…integrado…en
estructuras de poder más amplias”
Entre las solicitudes que habían de
presentarse estaban las de autogobierno, jurisdicción y otras cuestiones
inherentes a la calidad de villa como tierras comunales, incluso sabían que
como vecinos podrían exigir justicia cuando consideraban estar siendo mal
administrados. Para reclamar sus privilegios como resaltaban su papel como
proveedores de comida a importantes ciudades, milicianos, su disposición hacia
el catolicismo, su obediencia al Estado, etc. El ideal español ilustrado los
beneficiaba porque consideraba que los productores no debían pagar arriendo
sobre la tierra con el propósito de estimular la producción.
En todos estos hechos se puede encontrar
observar una intención del estado por dotar de privilegios los habitantes de
algunos de los sitios y asientos que reclamaban privilegios, quienes aparte de
tierras comunales solicitaban en algunos casos iglesias para la administración
de sacramentos con la categoría de iglesia principal, estos eran privilegios
propios de las villas.
Llama poderosamente la atención la
utilización de un lenguaje moderno, por parte de los apoderados de los
habitantes de los asientos y sitios que reclamaban privilegios, la utilización
de conceptos como “causa pública”, “derechos”, etc. También llama la atención
el protagonismo que ejercen algunos habitantes de los sitios y asientos que
reclaman privilegios el proceso de su propia organización política aceptando en
la mayoría de los casos los principios de la ilustración.
Otro elemento que queremos destacar en
este trabajo es el trato que le dan a la figura del virrey, pues este fue
objeto de fuertes críticas por parte de la historiografía del siglo XX, al
punto de ser relacionado hoy día con ejemplo de gobierno corrupto y
autoritario, esto se debe según el profesor Alejandro Cañeque a que la mayoría
de los historiadores del periodo colonial abandonaron el análisis de las
instituciones en ese periodo, sin embargo se pueden ver resultados distintos a
lo que la historiografía tradicional nos dejó ver, para ello será necesario
“entender el sistema político colonial…desde sus propios principios y no los
nuestros” para ello será necesario
partir de entender el estado tal y como lo hacen los hombres de la época y no
como lo entendemos hoy.
De igual manera tendremos que apartarnos
de la idea de unos monarcas españoles intentando consolidar el poder en sus manos ni interpretarse como
estructuras centralizadas y autosuficientes, estas son según el autor
categorías de análisis que no deben ser utilizadas, pues el poder centralizado
corresponde a un concepto más moderno de estado. Para la época de la monarquía
en los siglos XVII y XVIII –según Cañeque- “el poder se halla disperso en una
constelación de polos” relativamente autónomos, dado que cada estructura de
poder contaba con unas atribuciones y unas jurisdicciones propias, cada
corporación servía de freno a las posibles intenciones absolutistas del virrey,
sin embargo, el rey se entiende ligado al estado y el virrey era el “alter ego”
del monarca.
El profesor Cañeque nos señala otro
elemento importante a tener en cuenta al momento de releer este periodo de
nuestra historia, pues tradicionalmente se entendió a la monarquía ligada con
la iglesia, se vio a la iglesia como un brazo del Estado; el autor plantea la
necesidad de empezar a desligar el poder eclesial de la autoridad monárquica,
por lo menos para el caso concreto de Nueva España las relaciones entre estos
dos poderes son catalogadas por Cañeque como “tormentosas”. No se puede ni se
debe pensar en un virrey jefe de la iglesia por lo tanto debe hablarse de un
poder virreinal de potestad civil y otro de potestad espiritual, representado
uno en el rey otro en el papa. Aunque también se presentó el caso de un
arzobispo y virrey en la Nueva: Granada Antonio Caballero y Góngora
Estas posturas revisionistas de nuestra
historiografía son reforzadas por otro grupo de historiadores por ejemplo Jorge
Conde muestra como “los vecinos mostraron apropiación de formas de cultura
proyectadas hacia lo público” dado que la
condición de vecinos los hacia pertenecientes a una corporación urbana con la
cual se identificaban y les permitía acceder a derechos y privilegios, en una
sociedad corporativa ellos no significaba necesariamente una garantía de
desigualdad, tal y como esa se entiende hoy, más bien significaba la certeza de
merecer un trato diferencial, en el que se le atribuye a cada quien según el
grupo o corporación al que pertenece.
Pero la historiografía que ellos llaman tradicional
no solo nos ha dejado algunos vacíos en relación a la situación socio-política
del periodo monárquico, sino que también al final de este periodo se aceptaron
como ciertas un grupo de aseveraciones que hoy la nueva historiografía dedicada
al estudio pretende desmontar. Algunas de ellas mostraban a los movimientos de
protesta de finales del siglo XVIII y comienzos del siglo XIX como antecedentes
de la búsqueda de una independencia o la creación de un estado republicano,
estudios recientes han demostrado que las revoluciones eran de naturaleza
imperial es decir que esos movimientos se estaban dando en todos los lugares
del imperio. Es más Jorge Conde afirma que “las revoluciones no empezaron como
episodios secesionistas” de tal manera que lo que aquí se está planteando es
una transición más o menos violenta de un gobierno monárquico de corte imperial
a la conformación de los modernos estados nación. Reflexiones que aunque muy
ciertas no son nada nuevas.
El profesor Adelman nos invita a observar
las historias de los imperios sin estar sujetos a “lógicas internas básicas” y
explica el fin de estos imperios dado que “eran monarquías aristocráticas cuyas
legitimidades habían disminuido porque sus fundamentos morales cedieron terreno
a los cambios intelectuales y sociales” de igual manera nos invita a observar
los conflictos de finales del siglo XVIII y comienzos del XIX como un
enfrentamiento global entre liberales y aristócratas. Nos invita igualmente a dejar de ver a los
colonos en América como constructores de naciones y a separarnos de lo que él
considera un análisis anacrónico del periodo monárquico al pensar en la
autodeterminación nacional como origen de la moderna soberanía.
Los esfuerzos por restablecer la soberanía
de los imperios son según Adelman una muestra de esta nueva lectura, estos
esfuerzos no eran únicamente por parte del gobernante sino también por parte de
los vasallos quienes buscaban otras formas distintas de administración imperial
que los insertara en el poder, en resumidas cuentas los dominios hispánicos en
América eran tratados por el gobierno imperial más que como colonias, como
partes esenciales del imperio, muestra de ello es lo expresado por George Lomné
cuando afirma que en 1809 la junta suprema central que gobernaba el imperio en
nombre del rey cautivo le solicita a los españoles americanos enviar diputados
elegidos por ellos, “ya estas no son colonias sino parte del reino”. Sin embargo,
ni antes ni después de la liberación del rey de su cautiverio fueron aceptadas
autoridades en América nacidas en el mismo continente, recuérdese que los altos
cargos del gobierno, la iglesia y el ejercito estaban reservados a los
españoles nacidos en la península ibérica.
Ahora bien, en cuanto a la relación que el
gobierno imperial mantenía con sus dominios en América la historiografía del
siglo XX también mostró como la administración de las indias se hacía de forma
impositiva, coercitiva y corrupta. La
profesora Celaya nos demuestra como en América hispánica se podía notar cierto
grado de autonomía fiscal en las municipalidades del siglo XVIII, en el caso de
Nueva España evidencia la fortaleza de los grupos locales en el manejo de las
rentas, esto les permitía invertir en obras públicas, pago de milicias, etc.
Esto evidencia -según ella- una vez más que no hay ninguna tendencia totalmente
dominante por parte de la monarquía al menos en cuanto al control fiscal se
refiere, al contrario esto debela como las autoridades locales se pudieron ver
beneficiadas de las reformas impulsadas por los borbones.
El artículo del profesor George Lomné intenta demostrar la manera como se disolvió los que en su trabajo de denominó “las cuerdas de imaginación” que ataban a los habitantes de la Nueva Granada con su rey y entre ellos. Nos muestra como la corona llegó a concederle a los españoles-americanos el reconocimiento de nuevos reinos, de igual manera muestra como antes de él otros autores han debelado más elementos que evidencian como los poderes locales en manos de las elites patricias ejercían control total sobre los territorios donde ostentaban influencia, en muchos casos con el apoyo de sectores del pueblo. Sin embargo, ese sentido de pertenencia que la historiografía tradicional adjudicó a toda la población americana, el profesor Lomné solo la encuentra en un sector de la elite ilustrada, pues para la mayoría de las personas su objeto de identificación o pertenencia se circunscribía a la ciudad o a la villa. Otro elemento que no es nada nuevo.
Somos del
criterio de que la historia se construye día a día, por tanto, los
historiadores debemos estar en constante discusión con las fuentes y
permitirnos una y otra reinterpretación, sin embargo, no nos alinearemos con
los subterfugios del actual revisionismo historiográfico que con aparentes reinterpretaciones
de las fuentes pretenden regresarnos al discurso histórico del siglo XIX.
Mucho de lo
expresado en estos trabajos no son nuevas afirmaciones, no creo que estos
autores desconozcan la historiografía relacionada con estos temas, por lo que
este aparente desconocimiento puede ser mas bien intencional.
Pero no todo es
malo, una nueva interpretación sobre la sociedad en el periodo monárquico de América
nos puede ayudar a entender mejor este periodo alejándonos del discurso heroico
y de culto a los “héroes” que en ultima instancia no es mas que el culto a la
clase dominante actual a través de sus antepasados.