Este trabajo tiene como propósito realizar una síntesis
de las perspectivas de análisis de cinco historiadoras suramericanas que
presentan una propuesta novedosa y muy interesante acerca del papel que jugó la
educación pública en la inserción de amplias comunidades en los proyectos de
estados nacionales de corte liberal.
La segunda mitad del siglo XIX significó para la mayoría
de los países de América latina una época de reformas políticas sociales y
económicas, que han permitido la aparición de distintos puntos de vista al
momento de presentar análisis sobre este periodo.
La historiografía colombiana y latinoamericana en general
al parecer a privilegiado al momento de su análisis y estudio los escenarios
caracterizados por el conflicto y la confrontación y han mostrado en la mayoría
de los casos la violencia o la guerra como la única forma de resolución de
estas situaciones, dejando de la lado -parcial o totalmente- en la mayoría de
los casos escenarios alternativos que como se ha podido demostrar recientemente
permitieron en algunos casos las conciliaciones, los acuerdos, las
asociaciones, los consensos entre grupos o sectores aparentemente contrarios,
pero interesados en estabilizar el orden social moderno en el marco de la
construcción estatal y el establecimiento de un orden social liberal.
En este artículo se resaltaran algunos de los esfuerzos
realizados por cinco historiadoras que buscan mostrar como si bien es cierto se
presentaron conflictos que pudieron desembocar en momentos de máxima tensión
hasta llegar a la confrontación, también hubo largos períodos en los que primó
el consenso y la negociación dejando como consecuencias acuerdos sobre
situaciones en las que se debía trabajar en común.
La profesora María Egaña representa en parte el primer
escenario aquí planteado, pues para ella los conflictos que presentaba la
escuela chilena del siglo XIX “no se resolvió”[1] debido
a que según la autora aún en el presente se hallan “problemas no resueltos”;
sin embargo muestra también como importantes sectores de la élite de su país
manifestaron gran interés en la educación del pueblo, pues para ellos la
educación era una forma de modernizar el estado, debido a que la naciente
industria chilena requería obreros con “ cierto nivel de instrucción”, pero
también personas disciplinadas y esta tarea solo podía cumplirla la escuela. Al
respecto no se muestra ningún tipo de oposición.
La autora presenta a mi modo de ver elementos propios de
los dos aspectos que aquí se han señalado, por un lado es partidaria de la
existencia de un estado fuerte y coercitivo[2], pero
al mismo tiempo muestra al estado como el principal interesado en la búsqueda
de consensos [3]
e integración[4].
La prensa fue el escenario de debate en Chile al igual
que en el resto de América Latina, pues desde ahí se emitían posiciones en
favor y en contra de la educación impartida por el estado, por un lado los
periódicos católicos y conservadores eran partidarios de una educación en
valores y moralizante[5], y
por otro lado los periódicos liberales se mostraban partidarios de una
educación donde se priorizara por cívico y lo ciudadano.
Nótese que la discusión no gira en torno de la necesidad
o no de una educación para el pueblo, todo están de acuerdo con llevar escuelas
a los pobres, la discusión está en que tipo de educación los pobres necesitan.
Incluso los sectores más distantes estuvieron de acuerdo con hacer de la educación
una práctica obligatoria, socializando entre padres de familia las ventajas de
un niño con educación elemental.
La profesora Lucía Lionetti muestra para el caso
argentino cómo la educación pública se convirtió en escenarios de conflictos
pero también de acuerdos, entre miembros de la iglesia y liberales, quienes al
igual que en Chile proponían distintas formas de llevar educación al pueblo.
La política se caracterizó para la época por la unión
entre sectores liberales y conservadores en una especie de partido único que
emprendió la tarea de modernizar el país[6].
Entre otras cosas se sancionaron leyes que hacían que la educación fuera
“común, gratuita y obligatoria”, pero esa misma educación debía para alcanzar
la civilización imponer la “moralidad”[7]
nótese un desacuerdo en sectores aparentemente antagónicos, los diputados
liberales llegaron a señalar que no se podía financiar la enseñanza de una
religión con los impuestos de hombres de varias religiones, lo que desencadenó
el punto más alto de quiebre entre estos dos sectores[8] y por
su parte la iglesia y los conservadores consideraban que la única forma de
moralizar al pueblo era a través de la enseñanza de la religión[9].
Para ellos la enseñanza de la religión no iba en
contravía de la democracia ni de la modernidad y colocaban como ejemplo lo
sucedido en los Estados Unidos, donde la confluencia de varias denominaciones
protestantes no había impedido la enseñanza de la religión en las escuelas y
aun así eran considerados ya para el siglo XIX una sociedad moderna.
En este caso los diputados católicos no se manifestaban
en desacuerdo al proyecto liberal, solo plateaban la necesidad de la enseñanza
religiosa para no “anteponer la formación del hombre a la del ciudadano”[10], por
su parte los diputados liberales tampoco cuestionaban la enseñanza religiosa
sino que eran partidarios que estas se impartieran de forma diferencial y fuera
de los horarios de clases[11] a
quienes los padres así lo autorizaran.
En el sur de nuestro país se presentan tensiones similares
a las estudiadas en Chile y Argentina, el trabajo de Fernanda Muñoz describe
las reacciones por parte de un grupo de padres de familia a la aplicación de la
reforma educativa llevada a cabo en 1870 por parte de gobierno liberal radical,
estos salieron en defensa de sus creencias las cuales consideraban en primera
instancia como amenazadas, debido a que el gobierno buscaba darle a la
enseñanza un carácter laico[12],
luego de muchas discusiones los padres de familia de Pasto terminaron por
escoger ellos mismos al preceptor de sus hijos[13] y la
enseñanza de la religión se permitió pero impartida por parte de propio
párroco.
De igual manera al norte del país en el estado soberano
del magdalena se presentaron durante el siglo XIX consensos entre el gobierno
liberal radical y la iglesia católica tendientes a “civilizar y educar” a
indígenas de tres regiones del estado, La Sierra Nevada de Santa Marta, La
Península de la Guajira y La Serranía del Perijá.
Tanto católicos como liberales mostraban un mismo interés
y era incorporar a la nación a lo que ellos denominaban “colombianos no
civilizados”[14].
Para ello se llevaron a cabo algunas alianzas necesarias para alcanzar el
objetivo que se habían trazado dado que los recursos del estado o la iglesia no
hubieran sido suficientes para realizarlo por separado[15].
Fueron importante las figuras del obispo José Romero y Rafael Celedón[16] .
Tanto la iglesia la iglesia como el gobierno radical entendieron a la educación
primaria como “el medio más efectivo para alcanzar la reducción de los
indígenas a la vida civilizada”[17].
En este caso la
profesora Adriana Santos muestra el escenario de consenso como el único
existente dado el acuerdo realizado entre estos dos sectores en apariencia
antagónicos.
El trabajo de las profesoras Mirta Teobaldo y María Nocoletti
no se circunscribe en el ámbito de los trabajos que antes hemos analizado, sin embargo llama la atención el lugar que
ocupan los indígenas en la construcción del estado argentino, para las autoras
el indígena es sólo tenido en cuenta como un objeto “arqueológizado” como un
salvaje sin historia. Esta forma de entender al indígena corresponde a la
ciencia de la época caracterizada por los determinismos[18].
Entrado el siglo XX se sigue pensando en la Argentina
como un territorio sin indios, pues estos constituyen una especie de traba para
alcanzar el progreso[19]de
tal manera que su exterminio estaría justificado[20].
Estas situaciones fueron presentadas en los textos de finales del siglo XIX y
comienzos del siglo XX, el indio era significado de atraso y el blanco de
progreso y modernidad.
Los textos salesianos de mediados del siglo XX significan
para los indígenas de la Patagonia una mirada distinta a la que se tenía sobre
ellos, pues comienza a hablarse de la unidad del género humano y a culparse al
demonio de sus “hábitos salvajes”[21]. En
los escritos salesianos se presenta un cese de la violencia y se describe al
misionero como llevando a cabo actos de piedad como bautizos y reducciones.
Esos mismos textos estuvieron dedicados a exaltar la figura
del niño indígena Ceferino Namuncurá[22] que
se convierte en patrón a seguir en testimonio de vida para los miembros de las
comunidades patagónicas que aún se resistían a entrar en las formas de
comportamiento propuestas por la mayoría blanca en una Argentina que buscaba
verse cada vez más blanca.
Este tipo de trabajos muestran el derrotero de la
historiografía actual para el estudio del papel de la educación en la
construcción estatal y el orden social liberal, señalan también los acuerdos y
consensos que se dieron en toda Suramérica entre sectores aparentemente
contrarios.
[1]
María Egaña Baraona, La Educación Primaria Popular en el siglo XIX en Chile:
Una práctica de política estatal (Santiago: LOM Ediciones, 2000), 13
[2]
María Egaña Baraona, La Educación Primaria Popular…,22
[3]
María Egaña Baraona, La Educación Primaria Popular…,27
[4]
María Egaña Baraona, La Educación Primaria Popular…,32
[5]
María Egaña Baraona, La Educación Primaria Popular…,33
[6]
Lucía Lionetti, “La Educación Pública: escenario de conflictos y acuerdos entre
católicos y liberales en la Argentina de fines de siglo XIX y comienzos de
siglo XX” en Anuario de estudios
americanos (España, 2006), 79
[7]
Lucía Lionetti, “La Educación Pública: escenario de conflictos…, 80
[8]
Lucía Lionetti, “La Educación Pública: escenario de conflictos…, 84
[9]
Lucía Lionetti, “La Educación Pública: escenario de conflictos…, 86
[10]
Lucía Lionetti, “La Educación Pública: escenario de conflictos…, 88
[11]
Lucía Lionetti, “La Educación Pública: escenario de conflictos…, 89
[12]
Fernanda Muñoz, “Perspectiva microhistórica de una experiencia social: los
padres de familia de San Rafael( Pasto) y la escuela liberal caucana” en historia crítica ( Bogotá, 2012), 193
[14]
Adriana Santos, “Civilización e instrucción pública en los territorios
nacionales: consensos entre liberales radicales e iglesia católica del
magdalena” en Historia Caribe n° 21 (
Barranquilla, 2012),32
[15]
Adriana Santos, “Civilización e instrucción pública en los territorios
nacionales…,38
[16]
Adriana Santos, “Civilización e instrucción pública en los territorios
nacionales…,42
[17]
Adriana Santos, “Civilización e instrucción pública en los territorios
nacionales…,44
[18]
Mirta Teobaldo y María Andrea Nocoletti, “ Entre centauros y santos: los
indígenas de la Patagonia en los textos escolares oficiales y las biografías de
Ceferino Namuncurá” en Historia Caribe
n°15 (Barranquilla, 2009), 49
[19]
Mirta Teobaldo y María Andrea Nocoletti, “ Entre centauros y santos…, 52
[20]
Mirta Teobaldo y María Andrea Nocoletti, “ Entre centauros y santos…, 53
[21]
Mirta Teobaldo y María Andrea Nocoletti, “ Entre centauros y santos…, 58
[22]
Mirta Teobaldo y María Andrea Nocoletti, “ Entre centauros y santos…, 60,61