domingo, 19 de febrero de 2023

IGLESIA Y ESTADO. Conflictos y Cooperación por la Educación Pública en Colombia. (1925-1945)




La iglesia católica estuvo desde los inicios mismos de la conquista europea de América interesada en la educación tanto de los hijos de los conquistadores como de las masas indígenas, aunque de distintas maneras, crearon escuelas y universidades para unos y escuelas de adoctrinamiento cristiano para otros. Según Luis Beltrán Prieto Figueroa “en las encomiendas y bajo el patrocinio de los misioneros, que intentaron la catequización de los indios para incorporarlos mansos a la explotación de un continente”.[1] La educación indígena tenía un único objetivo: civilizar; es decir convertir a los indígenas al cristianismo y enseñarles a hablar en castellano.

Esta tendencia de dos tipos de educación una para las elites y otra para el pueblo va seguir siendo una constante durante todo el antiguo régimen colonial e incluso durante el siglo XIX republicano. Las reformas de medio siglo trajeron consigo un gran dilema, los liberales del siglo XIX europeo en el cual se inspiraron dichas reformas se habían manifestado contrarios a los intereses y aspiraciones de las iglesias, sin embargo en Colombia esta no podría ser un enemigo sino un aliado -aunque algunas veces incomodo- pues se necesitaban mutuamente en palabras de Aníbal Ponce “veía en ella, y con razón, un instrumento poderoso para inculcar en las masas obreras la sagrada virtud de dejarse esquilmar sin impaciencias”[2] este sentimiento sobrevivirá durante todo el siglo XX.

El siguiente periodo significó un aumento del retorno al país de órdenes religiosas que desde épocas coloniales lo habían abandonado, fundando escuelas para las elites urbanas. También llegaron nuevas comunidades religiosas, muchas de ellas dedicadas a la educación, según José Cortés todo esto en el marco de proceso denominado de romanización[3] en el cual la iglesia católica asumió un papel más activo haciendo más presencia en la vida cotidiana de sus feligreses, creando nuevas órdenes religiosas con carácter misionero, dedicándose más a lugares apartados y de frontera, por lo que América cobro mayor importancia en este proceso, por su parte en Colombia al igual que otras naciones buscaron estrechar relaciones con el vaticano, de la misma forma como se buscaron pactos y alianzas con potencias extranjeras, en este caso a través del concordato.

La llegada de comunidades religiosas al país continuó durante las primaras tres décadas del siglo XX, llegaron al menos veinte comunidades religiosas dedicadas la mayoría de ellas a la educación, constituyéndose la iglesia en la institución por fuera del estado más interesada en la educación en Colombia, dado que estas ofrecían educación primaria, secundaria, complementaria, técnica, normalista y universitaria en los departamentos andinos y las costa norte principalmente. Según Rafat Ghotme los conflictos con la iglesia se dieron antes con dirigentes del partido conservador, debido a la reforma de 1924 que permitía a los padres escoger los planteles donde estudiarían sus hijos.[4]

Mientras tanto en la provincia los funcionarios conservadores convencidos de la homogeneidad del pueblo colombiano se atrevían a entregar definiciones sobre los objetivos de la educación, un ejemplo de lo anterior es lo expresado por Rafael Ángel Donado secretario de educación pública del departamento del Atlántico, en su informe rendido al gobernador del departamento y al ministro del ramo afirmaba: “ la dirección ha velado por mantener siempre vivos en el alma de los niños el culto a Dios y el amor a la patria como supremos ideales orientados en la vida”,[5]  Para él, un elemento importante de la educación consistían en respetar las bases y tradiciones colombianas siendo las más importantes: “catolicismo y patriotismo.”

Agustín Nieto Cabalero en su discurso pone de manifiesto la importancia que este le entrega a la iglesia y sus jerarcas al momento de formar maestros en la ceremonia de inauguración del curso de información de la facultad de educación, se expresaba de la siguiente manera: “excelentísimo señor arzobispo llevad vos también la certidumbre de que dejáis reunido aquí un grupo de hombres de buena voluntad, de recta intención, de sana actividad, que en nada podrán contrariar el espíritu cristiano imbuido de concordia, de paz y de amor[6]” queda claro que era necesario que los altos jerarcas de la iglesia dieran su aprobación a todo lo relacionado con la educación, la formación y la promoción de maestros del estado.

Eran muy importantes los miembros de la iglesia al interior de las instituciones, sobre todo aquellas de segunda enseñanza pues la mayoría de ellas contaba con un profesor-capellán nombrado para ponerse al frente de la enseñanza de la religión y los asuntos morales, en algunos departamentos como Cundinamarca los párrocos hacían las veces de inspectores municipales de educación y el clérigo tenia asiento en el Consejo administrativo de la instrucción pública.

 Por lo anterior podemos afirmar que no hubo un rompimiento total con la iglesia y su influencia en la educación, a pesar de las voces que así lo pedían.  Las celebraciones religiosas eran presididas en la mayoría de los casos por los propios obispos y arzobispos;[7] esto da cuenta no solo de la importancia de la iglesia en la educación pública sino también de lo importante que la educación resultaba para la iglesia, quien encontraba en ella un factor importante para la realización de su tarea evangélica.[8]

El partido conservador por su parte observaba con preocupación una supuesta presencia de elementos importados del “judaísmo internacional”[9] en la educción publica y que a juicio de ellos se ponía en riesgo la nacionalidad colombiana[10], algunos miembros de este partido se habían convertido en la caja de resonancia del fascismo en Colombia, con la excusa de la defensa de la fe cristiana y los elementos de nuestra nacionalidad; una nacionalidad entendida como hispánica desconociendo los elementos culturales que años después se  impondrían como representativos de la cultura colombiana.

Durante el periodo liberal fue el ministro Julio Carrizosa de origen conservador pero colaborador del gobierno del presidente Olaya Herrera quien mejor mostró en su discurso elementos propios de la moral cristiana, defensa de los “derechos de la iglesia”, se mostró también en favor de la intervención de esta en la educación y en general en la vida de los ciudadanos en general, en palabras de Beatriz Sarlo esta sería una modernidad tutelada por la presencia de los mayores.[11]

En su informe presentado al congreso en el año de 1933 Julio Carrizosa advertía sobre el poco provecho que el estado había hecho de la ayuda que la iglesia católica brindaba en asuntos educativos, pues consideraba que a esta se le imponían obstáculos al momento de ejercer sus derechos en la educación de los jóvenes. Presentaba el ministro Carrizosa en el mismo informe la necesidad de la existencia de cierta armonía entre la iglesia, la familia y el Estado; pues, estos tres sectores tenían algo en común: educar a los jóvenes.

Si todos buscaban el mismo fin no había razón para que existiera entre estos tres sectores ningún tipo de divergencia, antes por el contrario “… ¿Por qué no colocar, pues, como base de nuestra finalidad educativa el fin de la educación cristiana tan bellamente descrito por el romano pontífice en su carta encíclica sobre la educación de la juventud?”[12] Consideraba el ministro Carrizosa que los párrocos eran elementos de progreso, por tal motivo proponía también que los párrocos debían ser a la vez educadores e incluso sugirió que se incluyera en el pensum de los futuros sacerdotes, seminarios que les permitieran entender mejor la situación de la educación y sus dificultades.

De esta manera la iglesia se convertía en un importante aliado de la educación pública. El ministro Carrizosa estaba confiado de que los rectores de las escuelas respaldarían esta propuesta: “este doble fin es evidente que no puede estar en desacuerdo con la moral católica ni mucho menos con las prácticas de la sociedad cristiana”[13]

No obstante su férrea defensa de lo que consideraba “los derechos de la iglesia” en los asuntos referentes a la instrucción pública, mostraba en el mismo informe ser un hombre comprometido con las teorías científicas que en su época se encontraban en boga,  para el ministro Carrizosa establecer los graves problemas de la educación pública requería un trabajo…“eminentemente científico,  basados en estudios antropológicos y antropogeográficos que aún no han sido hechos entre nosotros a pesar de que ellos son la base del estudio de nuestro medio…”[14]  y más adelante afirma:  “al ramo instruccionista, como a todos nuestros problemas administrativos, hay que aplicar los principios de la organización científica del trabajo…”[15]

La aprensión del dogma cristiano por parte de las comunidades indígenas resultaba de mucha importancia para el gobierno liberal, quienes encontraban en la cristianización de los indígenas su entrada al mundo civilizado, esta debía convertirse muy a pesar de la inconformidad del ministro de educación Luis López de Meza en otra dependencia de la educación elemental: “ella se adelanta por tres rumbos aun mismo tiempo la catequesis o divulgación del dogma cristiano entre ellos, la escuela oficial para los niños suyos, y el orfanato en donde se da a estos una completa orientación hacia la vida civilizada”[16]

La inversión en la formación de los niños indígenas era cinco veces mayor que lo invertido en el resto de niños colombianos, eso nos indica la importancia que el gobierno liberal le entregaba a la divulgación del dogma cristiano y lo importante que para el gobierno de López Pumarejo resultaba la iglesia católica, muy a pesar de la postura aparentemente contraria del ministro López de Meza “ tal vez hemos sido ingenuos, injustos quizás: cuando lo desposeemos de su libertad y métodos de vida; cuando le imponemos deberes que no entiende, deseos que no puede satisfacer, ambiciones que no puede aprovechar…”[17] para lo cual el ministro proponía en su informe de 1935 que la iglesia se dedicara a la atención espiritual de los indígenas y que el estado se encargara de las funciones “ educativa, cívica y social.”

Una manera alternativa que proponía el ministro López de Meza para acercar a la civilidad a los sectores más apartados era llevando a esos lugares el cinematógrafo, la biblioteca y aparatos receptores de radiodifusión, etc. Esto debía ser una “función del estado”. No podemos esperar que el ministro se manifestara más directamente en contra la predicación cristiana financiada por el estado a las comunidades indígenas, pero si resaltamos el interés de este al presentar una alternativa modernizadora distinta a la tradicional.

Las acusaciones que en contra de los gobiernos liberales se hacían por parte de los órganos de opinión conservadores en cuanto al interés del gobierno por “descatolizar” el país a través de las escuelas, fue motivo de una fuerte respuesta por parte del ministro Darío Echandía en su informe enviado al congreso en 1936, este manifestaba el profundo respeto que sentía por las autoridades eclesiásticas y las buenas relaciones que existían entre el gobierno y los prelados católicos, resaltaba el ministro la manera como se atendían las observaciones que el episcopado realizaba al ministerio en relación con los programas de enseñanza.

En respuesta a dichas observaciones el ministerio de educación respondía al episcopado mostrándose como aliados en búsqueda de un mismo fin: “encuentra el gobierno que quienes en Colombia entienden de los negocios espirituales del pueblo deberían ser los mejores y más eficaces aliados[18]” consideraba el ministerio que los que buscaban un desentendimiento entre iglesia y gobierno lo hacían únicamente con un interés político, consideraba el ministerio de educación que “el gobierno cree que encontrará en la iglesia el más desinteresado de sus colaboradores”[19]

Pero sí se presentaron algunas refriegas entre párrocos y alcaldes por causa de la apertura o el funcionamiento de las escuelas públicas en algunos municipios. El ministro José Joaquín Castro denunciaba en su informe de 1938 como algunos sacerdotes promovían manifestaciones de rechazo por los programas y métodos promovidos por las escuelas públicas, al respecto el ministro señalaba: “es frecuente que algunos párrocos secunden y aun inicien el ataque o la resistencia a las medidas educacionistas del gobierno”.[20]

Esto se realizaba a través de noticias falsas y la propagación de temores entre la feligresía por parte de sacerdotes enemigos de las reformas liberales. “En algunos casos estos ataques llegaron a manifestarse en forma violenta: “en otros lugares se fundan escuelas destinadas a competir con las del gobierno y a disputarle el personal de niños, rodeándolas de prestigio confesional.”[21] Estas escuelas no prestaban los servicios que las escuelas del Estado pretendían suministrar a sus estudiantes, se constituían solo en la alternativa ofrecida por parte de los miembros radicales de la iglesia, obstaculizando el normal desarrollo de las escuelas públicas.

Sin embargo no sucedía igual en todas las poblaciones ni con todos los párrocos, en muchos casos párrocos y escuelas cooperaban para brindar a los niños la mejor instrucción académica y moral, al respecto el ministro advertía: “numerosos son los sacerdotes católicos que coadyuvan con el mejor entusiasmo en el mejoramiento escolar”[22] y es que eran muchos los sacerdotes que participaban en los distintos programas de construcciones escolares, restaurantes, granjas, talleres, y hasta en la vigilancia al comportamiento de los maestros y desde el pulpito apoyaban la tarea del gobierno en las cuestiones relacionadas con la educación.

 Estos ejemplos sirvieron al ministro para demostrar que no era interés del gobierno entrar en confrontación con la iglesia; por el contrario, eran comunidades religiosas masculinas y femeninas quienes atendían y administraban la instrucción del Estado en los territorios nacionales y zonas de difícil acceso, donde resultaba muy complicado nombrar maestros.

Para tal efecto el ministerio creó los llamados “territorios escolares nacionales” en ellos el Estado realizó convenios con las comunidades religiosas para que los superiores de ellas ejercieran como maestros e inspectores escolares, a estas misiones se les confiaba los fondos destinados a la instrucción pública, que en algunos casos los recursos destinados a la educación en estas regiones eran más altos por estudiante que en zonas más pobladas.

La importancia que para el gobierno liberal tenían estas misiones se puede notar en el informe que en 1939 envió el intendente de San Andrés y Providencia al ministro de educación:


 “la misión ha sido benéfica para las islas y para la república de Colombia… he palpado el adelanto de la instrucción pública; la difusión del español; el amor por la patria…puedo informar, sin que esto, implique falta de independencia ni debilidad alguna en mis convicciones políticas ni filosóficas, que la misión católica, en estos territorios, ha llenado su cometido con buena fe, con entusiasmo y con verdad”[23]

 

Se muestra aquí como al menos en el discurso oficial el ministro Alfonso Araujo no manifestó antipatía ni celo de la institución eclesial y al contrario como señaló Aníbal Ponce la iglesia se convirtió en una poderosa aliada.

Aunque hechos como la suspensión de la administración del colegio de San Bartolomé de propiedad del Estado pero bajo la tutoría de la comunidad jesuita, o la también suspensión del local del colegio Jesús María y José de Chiquinquirá que se encontraba bajo la dirección de los padres dominicos y la suspensión de la administración de la normal de varones de Bogotá a los hermanos cristianos; causaría no pocos problemas entre entre el gobierno liberal y la iglesia.

Aunque como hemos visto se presentaron algunas escaramuzas que pudieron llegar a fuertes enfrentamientos entre el gobierno liberal y la iglesia por los asuntos relacionados con la instrucción pública, queda más que claro que el discurso oficial del ministerio de educación siempre iba por la vía del consenso y de los acuerdos entre las partes, después de todo la educación era importante tanto para el gobierno como para la iglesia. Las autoridades educativas siempre se manifestaron en favor del máximo respeto por hecho religioso[24] o como diría Aline Helg los colegios siguieron siendo moderadamente católicos.

Para el ministro Germán Arciniegas las únicas edificaciones significativas dedicadas a escuelas eran las que las comunidades religiosas habían construido, hasta la llegada del liberalismo al gobierno cuando empezaron a construirse edificios destinados a la instrucción pública, con niveles similares de belleza: “puede decirse que hasta hace diez años las únicas grandes edificaciones escolares eran las que había acometido algunas comunidades religiosas como los hermanos cristianos y los jesuitas”[25]

De alguna manera el ministro está comparando la inversión en educación que realizo el régimen conservador con la inversión hecha por la iglesia católica, poniendo a esta última como más interesada en la formación de los colombianos, a la vez que calificaba los edificios destinados a escuelas por sus antecesores conservadores como de “aspecto lóbrego”

Los debates que se generaban en la prensa católica y conservadora generaban gran preocupación en el ministerio de educación, pues una de las tareas que estos más criticaban de los gobiernos liberales era la labor educacionista. Sin embargo el gobierno en cabeza del ministro Arciniegas trataba de apaciguar los ánimos


“algunas personas han considerado oportuno arrojar sospechas sobre la buena intención que ha tenido el gobierno al afirmar en una forma rotunda y categórica su invariable deseo de proceder en cordial armonía con sus autoridades eclesiásticas respetando el sentimiento religioso de la nación colombiana. Obrar así, es elemental en un gobierno que quiera a su pueblo sin desconocer su espíritu. Cuantas veces se ha presentado un problema pequeño o grande que pueda rozarse con la iglesia, el ministerio se ha dirigido a las autoridades eclesiásticas y ha encontrado en ellas la más comprensiva acogida. No ha habido el primer caso en que no se haya dado una solución equitativa y conveniente para mantener la tranquilidad y el reposo necesarios en lo que a la vida religiosa se requiere”[26]



La intención del ministro aquí sigue siendo conciliadora y nunca por parte de las autoridades educativas se muestra intención por generar enfrentamientos con la iglesia, al menos en el plano discursivo, sin embargo el gobierno liberal emitió decretos tendientes a reglamentar la educación privada, prestada mayoritariamente por comunidades religiosas y por ciudadanos extranjeros, situación que generó malestar entre algunos sectores de la iglesia y el partido conservador, sobre todo por las clausuras de los colegios alemanes de Bogotá, Cali y Barranquilla, dada la admiración que algunos influyentes militantes del conservatismo profesaban por el régimen fascista alemán. En 1943 solo fueron aprobadas el veinte por ciento de las solicitudes para la apertura de nuevos establecimientos educativos de carácter privado.

Era frecuente que entre las autoridades educativas se resaltara la belleza de la liturgia católica, a la vez que se comparara esta con las más elevadas experiencias artísticas del hemisferio occidental, ejemplo de lo anterior son las palabras que hemos extraído del informe presentado al congreso por parte del ministro de educación Antonio Rocha: “acaso no sobre recordar que parte muy considerable contento y entusiasmo con que acuden las gentes del pueblo a los oficios religiosos se debe al esplendor de la liturgia católica y a la fascinación que ejercen sobre todas las almas las formas del pensamiento y del sentimiento de los hombres superiormente dotados, cuáles fueron los personajes capitales de la iglesia”[27]

Antes que proponer una separación total con la iglesia el ministro reclama un poco más adelante en su mismo informe el “ambiente y sostén” necesarios para que los hombres a los que cataloga de “bien dotados” se dediquen a “las funciones superiores de hombre” de manera “despreocupada” entre esas funciones se encuentra la religión. Solicitaba también “disponer de recursos bastante copiosos como para darle sustento seguridad y campo de acción a los espíritus selectos”[28]

En la misma línea el ministro German Arciniegas se manifestaba partidario de mantener entre iglesia y gobierno una relación amigable, que permitiera la cooperación entre colegios públicos y privados, siempre buscó mantener relaciones de cooperación entre estos dos tipos de establecimientos educativos, hasta el punto que cualquier cambio propuesto por el ministro era antes consultado con el consejo de segunda enseñanza creado por él y del cual hacia parte el sacerdote jesuita Francisco Javier Mejía abierto contradictor de los métodos activos de enseñanza.

Hubiese resultado muy difícil para los gobiernos liberales tomar mucha distancia de la iglesia dado que el concordato seguía vigente, además “la posición oficial del partido desde hacía mucho enfatizaba en la necesidad de evitar a toda costa herir las susceptibilidades católicas de la población”[29]  Se presentaron algunas escaramuzas entre funcionarios estatales y eclesiales y entre militantes liberales y conservadores, por los asuntos relacionados con la educación, a lo que Gutiérrez Sanín llama “pequeña violencia.” Queda claro que el discurso oficial del ministerio de educación y el gobierno liberal siempre anduvo por la vía del acuerdo y la cooperación entre las partes, después de todo la educción siempre fue importante tanto para el gobierno como para la iglesia.

Muchos sacerdotes y obispos veían con preocupación los acontecimientos políticos que se dieron en España durante la república, donde la enseñanza de la fe quedó circunscrita a los templos exclusivamente y pensaban que esos hechos podían replicarse en Colombia. Sin embargo Según Salomón Kalmanovitz “la iglesia tendió a mantener una fuerte influencia en las sociedades latinoamericanas…lo anterior…imposibilitó un sistema educativo laico con cobertura universal”[30]. El respeto por la religión se experimentaba de forma extrema, hasta el punto que una simple falta de cortesía en mitad de una misa podía significar la expulsión temporal -o permanente dependiendo de la gravedad de la falta- de cualquier institución de enseñanza del Estado.

 

 

 



[1] Luis Beltrán Prieto Figueroa, El estado docente (Caracas: Biblioteca Ayacucho, 2006) 5

[2] Aníbal Ponce, educación y lucha de clases  y otros escritos (Buenos  Aires: unipe 2015) 194

[3]Al respecto ver: José David Cortés Guerrero, “La regeneración revisitada”. Ciencia política Nº 11 2011

[4]Al respecto ver: Rafat Ghotme, “La identidad nacional, el sistema educativo y la historia en Colombia, 1910-1962”. Revista científica general José María Córdova  Vol. 11 Nº 11 2013

[5]“Educación pública en el Atlántico 1929- 1930 Informe a los señores gobernador del departamento y ministro de educación nacional” (Barranquilla 1930) Pág. 8 Archivo histórico del Atlántico.

[6]“Memoria del ministro de educación nacional al congreso de 1930” (Bogotá 1930) Pág. 16 biblioteca Luis Ángel Arango

[7] Francisco Gutiérrez Sanín, La destrucción de una república (Bogotá: Taurus 2017), 402

[8] “Memoria del ministro de educación nacional al congreso de 1930” (Bogotá 1930) Pág. 5 biblioteca Luis Ángel Arango

[9]El apoyo que la Unión Soviética entregó inicialmente al proyecto sionista justificó la propaganda conservadora de una supuesta alianza entre judíos y comunistas para destruir la iglesia católica.

[10] Francisco Gutiérrez Sanín, La destrucción de una república (Bogotá: Taurus 2017), 131

[11] Beatriz Sarlo, una modernidad periférica: Buenos Aires 1920 y 1930 (Buenos Aires: Nueva visión 2003):72

[12]“Memoria del ministro de educación nacional al congreso de 1933” (Bogotá 1933) Pág. 8 biblioteca Luis Ángel Arango

[13]“Memoria del ministro de educación nacional al congreso de 1933” (Bogotá 1933) Pág. 27 biblioteca Luis Ángel Arango

[14]“Memoria del ministro de educación nacional al congreso de 1933” (Bogotá 1933) Pág. 5 biblioteca Luis Ángel Arango

[15]“Memoria del ministro de educación nacional al congreso de 193” (Bogotá 1933) Pág. 9 biblioteca Luis Ángel Arango

[16]“Gestión administrativa y perspectiva del ministerio de educación-1935” (Bogotá 1935) Pág. 54 biblioteca Luis Ángel Arango

[17]“Gestión administrativa y perspectiva del ministerio de educación-1935” (Bogotá 1935) Pág. 57 biblioteca Luis Ángel Arango

[18]“Memoria que el ministro de educación nacional presenta al congreso en sus sesiones de 1936” (Bogotá 1936) Pág. 96 biblioteca Luis Ángel Arango

[19]“Memoria que el ministro de educación nacional presenta al congreso en sus sesiones de 1936” (Bogotá 1936) Pág. 96 biblioteca Luis Ángel Arango

[20]“Educación nacional 1938” (Bogotá 1938) Pág. 7 biblioteca Luis Ángel Arango

[21]“Educación nacional 1938” (Bogotá 1938) Pág. 8 biblioteca Luis Ángel Arango

[22]“Educación nacional 1938” (Bogotá 1938) Pág. 9 biblioteca Luis Ángel Arango. 

[23]“Memoria de educación nacional 1939” (Bogotá 1944) Pág. 32 biblioteca Luis Ángel Arango. 

[24] Aníbal Ponce, Educación y lucha de clases y otros escritos (Buenos Aires: unipe 2015)  195

[25]“Memoria 1942” (Bogotá 1942) Pág. XXXI Biblioteca Luis Ángel Arango. 

[26]“Memoria 1942” (Bogotá 1942) Pág. LIII Biblioteca Luis Ángel Arango. 

[27]“extensión cultural en 1944” (Bogotá 1944) Pág. X biblioteca Luis Ángel Arango. 

[28] “la extensión cultural en 1944” (Bogotá 1944) Pág. XIV biblioteca Luis Ángel Arango. 

[29]Francisco Gutiérrez Sanín, La destrucción de una república (Bogotá: Taurus 2017), 578-579.

[30] Salomón Kalmanovitz, Nueva historia económica de Colombia (Bogotá: Taurus, 2017), 137. 

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